lunes, 14 de septiembre de 2009

En la eterna simplicidad

¡Si viesen aquella luz interna que yo he visto! Y porque la había gustado, bramado por no poder mostrársela si me presentaran su corazón en sus ojos, fuera de ti, y me dijesen: "¿Quién nos mostrará las cosas buenas?" Porque allí en donde yo me había irritado interiormente, en mi corazón; donde yo había sentido la compunción y había sacrificado, dando muerte, a mi antigua vida; donde, iniciada la idea de mi renovación, confiaba en ti, allí me habías empezado a ser dulce y a dar alegría a mi corazón. Y clamaba leyendo estas cosas exteriormente y reconociéndolas interiormente; ni deseaba yo multiplicarme en bienes terrenos, devorando los tiempos y siendo yo devorado por ellos, teniendo como tenía en la eterna simplicidad otro trigo, otro vino y otro aceite.

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